Quién es Jesús

En mis actividades como docente universitario, tuve el honor de ser examinador de tesis de nivel posgrado y en una ocasión me sucedió lo que a continuación les compartiré.


El ponente, persona con mucha experiencia y suficiente edad que lo respaldaba, además, gerente de una empresa familiar. A grandes rasgos, esta era su hoja de vida en aquel momento.

Dentro de este contexto, anticipadamente a los examinadores les entregan una copia de la tesis para evaluarla y preparar cualquier inquietud respecto del tema a examinar y de acuerdo a mi criterio, era evidente que la tesis presentaba algunas áreas de mejora y susceptibles de correcciones y minutos previos al examen, comentamos entre los examinadores, similares puntos de vista, sin embargo, como siempre se hace, procedimos a escuchar al ponente.

Pues bien, todo transcurrió como planificado, es decir, inicio la sesión de examen, al ponente se le brindaron todas las indicaciones del caso, se le brindó el tiempo estipulado y otra información importante para el momento de la evaluación. 

Al finalizar su ponencia, era el turno de los examinadores, cada uno presentó sus dudas e inquietudes, para que el evaluado expusiera sus respuestas. Era evidente que, en la medida que eran presentadas las inquietudes de nosotros, los examinadores, la tesis iba debilitándose en los puntos que fueron expuestos. Las débiles respuestas del ponente no convencían y su rostro fue mudándose poco a poco, hasta manifestarse algunos síntomas de frustración. Estaba claro que no ganaría el examen.

Pues bien, cuando los examinadores terminamos de presentar nuestras inquietudes, teníamos un tiempo para deliberar entre nosotros y asignar la respectiva nota. Dentro del procedimiento de calificación había tres niveles, Aprobado, aprobado con enmiendas y no aprobado. Nuestro ponente estaba en el segundo nivel.

Para finalizar, debíamos comunicar nuestra calificación al ponente.

Recuerdo claramente cuando el presidente de la terna comunicó la decisión. Si previamente, al abandonar el salón el ponente percibió que las cosas no le fueron tan bien, cuando finalmente se le comunicó el resultado del examen, se manifestó buena parte de la personalidad del ponente. Hubo frases como “para qué estudiar tanto”, “tanto tiempo perdido”, “mejor voy a dejar tirado todo” y “ya no voy a continuar con esto”, entre otras frases.

Al momento de observar estos comportamientos, comprendí que las expectativas del ponente eran altas, sin embargo, al experimentar un estrepitoso alto, sucedió lo que le describí anteriormente.

Solo recuerdo que, en medio del dolor que estaba sintiendo, apelé a su experiencia y le dije lo siguiente: “usted, como gerente, sabe que en medio de fuertes emociones es recomendable no tomar decisiones”. Tómese un tiempo para evaluar su trabajo y corregir las enmiendas que los examinadores le expusimos para que pueda presentarse nuevamente.

Pues bien, meses después, fuimos convocados de nuevo para la segunda ponencia de su trabajo de tesis. En esta segunda oportunidad, el ponente aprobó su tesis. 

Si, estimado amigo, las crisis manifiestan de qué estamos hechos. Manifiestan lo que hay dentro de nuestra configuración como seres humanos, se hace evidente nuestro temperamento y sus debilidades.

Con los discípulos de Jesús esto sucedió varias veces y en este día quiero compartir contigo algunas reflexiones sobre una experiencia específica, que, en medio de la crisis, manifestó parte de la configuración de ellos.


Este pasaje se encuentra en tres evangelios, es decir, Mateo, Marcos y Lucas, también conocidos como sinópticos y voy a presentar todos en la Nueva Traducción Viviente, NTV, para una mejor comprensión de la situación.


Mateo 8:23-27
Marcos 4:35-41
Lucas 8:22-25

Jesús calma la tormenta

23 Luego Jesús entró en la barca y comenzó a cruzar el lago con sus discípulos. 24 De repente, se desató sobre el lago una fuerte tormenta, con olas que entraban en el barco; pero Jesús dormía. 25 Los discípulos fueron a despertarlo:
—Señor, ¡sálvanos! ¡Nos vamos a ahogar! —gritaron.
26 —¿Por qué tienen miedo? —preguntó Jesús—. ¡Tienen tan poca fe!
Entonces se levantó y reprendió al viento y a las olas y, de repente, hubo una gran calma.
27 Los discípulos quedaron asombrados y preguntaron: «¿Quién es este hombre? ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!». NTV

Jesús calma la tormenta

35 Al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos al otro lado del lago». 36 Así que dejaron a las multitudes y salieron con Jesús en la barca (aunque otras barcas los siguieron). 37 Pronto se desató una tormenta feroz y olas violentas entraban en la barca, la cual empezó a llenarse de agua.
38 Jesús estaba dormido en la parte posterior de la barca, con la cabeza recostada en una almohada. Los discípulos lo despertaron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?», gritaron.
39 Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y dijo a las olas: «¡Silencio! ¡Cálmense!». De repente, el viento se detuvo y hubo una gran calma. 40 Luego él les preguntó: «¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe?».
41 Los discípulos estaban completamente aterrados. «¿Quién es este hombre? —se preguntaban unos a otros—. ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!». NTV

Jesús calma la tormenta

22 Cierto día Jesús les dijo a sus discípulos: «Crucemos al otro lado del lago». Así que subieron a una barca y salieron. 23 Mientras navegaban, Jesús se recostó para dormir una siesta. Pronto se desató una tormenta feroz sobre el lago. La barca se llenaba de agua y estaban realmente en peligro.
24 Los discípulos fueron a despertarlo: «¡Maestro! ¡Maestro! ¡Nos vamos a ahogar!», gritaron.
Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y a las tempestuosas olas. De repente la tormenta se detuvo, y todo quedó en calma. 25 Entonces les preguntó: «¿Dónde está su fe?».
Los discípulos quedaron aterrados y asombrados. «¿Quién es este hombre? —se preguntaban unos a otros—. Cuando da una orden, ¡hasta el viento y las olas lo obedecen!». NTV

 



Fuente:
http://www.drodd.com/images15/question-mark10.jpg

Es evidente que es un momento de crisis y en esta oportunidad no quiero dar énfasis en la poca fe y al miedo de los discípulos, porque fue otro gran detalle que me llamó la atención y es la última pregunta que éstos presentan al finalizar este suceso.

“¿Quién es este hombre?”

Al leer y reflexionar sobre la pregunta y tomarme el tiempo para leer el mismo pasaje en los tres evangelios, me encuentro con la misma pregunta.

¿Qué, qué? ¿Cuánto tiempo tenían los discípulos de conocer a Jesús? ¿Cuánto tiempo tenían de presenciar los milagros y las señales de él? ¿Cuántas horas acumuladas se podían totalizar hasta ese entonces?

No puedo precisar cuánto tiempo tenían de convivir con Jesús, sin embargo, puedo deducir que esto sucedió en el primer año de los tres que convivieron, porque en los tres evangelios este suceso aparece en los primeros capítulos. Si aplico mi comprensión lineal del tiempo, puedo suponer que es a la altura del primer año, probablemente los primeros meses de relación.

¿Cuánto conocían a Jesús?, sin duda, a estas alturas ya identificaban muy bien su voz, conocían su estilo de caminar, alguna que otra broma que habían disfrutado, muchas horas de compartir alimentos, muchos milagros y señales que había hecho en presencia de ellos, algunos habrían compartido problemas de tipo familiar, en fin, todo lo que las relaciones sociales permiten cuando hay cercanía.

En efecto, cercanía, pero no intimidad, ¿y qué lo evidenció? una crisis.

Con las relaciones sucede igual, la cercanía y la intimidad tienen muchos kilómetros de distancia y la pregunta que les presenté anteriormente tiene, sin duda, una distancia considerable. ¿Qué evidencia la distancia? Pues una crisis. Si, el evento que experimentaron sirvió para poner en contexto a los discípulos su poca fe, el miedo que experimentaron y, por consiguiente, conocer muy poco a Jesús.

La reflexión del pasaje no quedó ahí, porque inmediatamente me auto formulé la pregunta: ¿Qué tanto conozco a Jesús?

A pesar de tener algunos años de haber iniciado mi vida como creyente en Jesús, hoy puedo decir que tengo un modesto conocimiento de Él. A pesar de haber leído toda la biblia, los evangelios muchas veces, a pesar de haber sido expuesto en infinidad de veces a este pasaje y otros, a pesar de haber leído muchos libros sobre la vida cristiana, hoy puedo decir que me falta mucho, que aún he progresado muy poco, pero que voy en ruta.

¿Por qué concluyo de esta manera? Por lo mismo, estimado amigo, por una crisis.

¿Poca fe? ¿Miedo? Si, de pronto más que esto.

¿Qué me hace falta? Continuar caminando. De pronto en el futuro experimente más intimidad y, por consiguiente más fe y menos miedo.

¿En qué nivel está tu relación con Jesús?

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